Abro melón. Un viaje de mil millas NO empieza con un primer paso, sino con planificación y preparación previa. Puede que te parezca descarado que contradiga a Lao Tse, pero quiero explicarte por qué no estoy de acuerdo con su cita.
La planificación, una herramienta fundamental
Cuando nos marcamos un gran objetivo – ese famoso “viaje de mil millas”-, nos puede parecer muy motivador que alguien nos diga que solo tenemos que dar el primer paso. Pero hay muchos factores que se pueden interponer en el camino, y algunos de ellos aparecerán incluso antes de empezar: obstáculos como la falta de motivación, el miedo, la presión de tu entorno, el agotamiento emocional y físico por el exceso de trabajo…
La planificación te ayuda a superar obstáculos
Tú puedes prever esos obstáculos para poder vencerlos cuando se presenten. ¿Te imaginas saber qué hacer cuando estás desanimada porque sientes que no estás avanzando? ¿O ser capaz de ver lo lejos que has llegado en lugar de centrarte en todo lo que te queda por caminar hasta llegar a tu objetivo?
Seguro que cuando te planteas hacer un viaje, no te vas sin más. Estoy segura de que planeas hasta el último detalle: los billetes, las mejores rutas, la ropa adecuada, el neceser y todo aquello que sientes que necesitas para que tu viaje salga a las mil maravillas.
Traslademos esto a tu vida: ¿no te sientes mucho más tranquila y segura de ti misma cuando sabes hacia dónde se dirigen tus pasos?
La planificación te permite aumentar las posibilidades de que consigas tu objetivo gracias a que te has anticipado a las piedras que se van a presentar en el camino.
Planificar aumenta tus posibilidades de éxito
Eso es exactamente lo que te permite la planificación: aumentar las posibilidades de que consigas tu objetivo gracias a que te has anticipado a las piedras que se van a presentar en el camino. Por eso, para mí, el primer paso de un viaje de mil millas es la planificación.
La planificación apoya a la coherencia
Cuando planificas tus objetivos, te estás acercando a vivir desde la coherencia, asegurándote de que tus emociones, tus pensamientos, tus actos y tus palabras van en la misma dirección. No existen las fórmulas mágicas, existe la planificación.
Ahora que ya conoces mi opinión sobre esta frase, me gustaría mucho saber qué piensas tú.
Dime, ¿eres de las que empieza planificando o de las que va improvisando cada paso?
1. No te planificas con antelación.
Desde que te levantas, vas apagando fuegos e improvisando a medida que van saliendo nuevas tareas que atender. A corto plazo no se ven las consecuencias de no tener un plan, pero a medida que van pasando los días y que tienes que ir resolviendo temas «sobre la marcha», puedes darte cuenta de cómo este modus operandi afecta negativamente a tu productividad.
Sientes que tienes unos horarios descontrolados, la angustia y la preocupación se vuelven una constante en tu día a día, e incluso te lleva a experimentar conflictos y malentendidos en tus relaciones personales porque no hay una dirección clara.
2. No tienes claras tus prioridades.
Te cuesta distinguir la importancia de cada tarea porque, como quieres llegar a todo, las metes todas en el mismo saco. Parece que todo necesita tu atención inmediata, y no tienes claro ni qué requiere cada tarea (a nivel de recursos) ni qué repercusión y resultados va a tener.
Además, ponerte a trabajar en una tarea sin tener claro si hay otras que son más urgentes, hace que no puedas mantener tu concentración y tiendas a caer en el famoso multitasking, el cual siempre le gana la batalla a la efectividad.
Cuando todo es urgente, nada es urgente.
3. Te pierdes entre distracciones.
Ya sean provocadas por un factor externo (interrupciones de todo tipo, las reuniones innecesarias, una notificación del móvil, un nuevo correo electrónico…) o por un factor interno (sí, sí, por ti mismo): la multitarea, el perfeccionismo, la navegación infinita por redes sociales…
Si no sabes cómo gestionar todas estas distracciones, toda tu lista de pendientes estará condenada a ser postergada un día más, cayendo así en el bucle de la procrastinación.
Consejos para mejorar tu planificación hoy.
Bien, ahora que ya sabes por qué siempre tienes la sensación de ir atropellado, tengo una buena noticia para ti: puedes hacer algo para salir de ese bucle. Por eso, te traigo 3 consejos para que dejes atrás esa expresión que tanto te limita y empieces a decir «SÍ ME DA LA VIDA».
- Identifica tus ladrones de tiempo.
- Escoge una tarea prioritaria por día y no empieces con otra hasta haberla terminado.
- Define un sistema de planificación que te ayude a ahorrar tiempo y energía.
¿Te han ayudado estos consejos? Si vas a ponerlos en práctica ¡cuéntamelo!